sábado, 30 de marzo de 2013

LOS RECOMENDADOS: El Profesor


Por Elena Negre

“And never I have felt so deeply at one and the same time so detached from myself and so present in the world” Albert Camus.
“Y nunca había sido tan consciente de mí mismo y al mismo tiempo tan alejado, y tan presente en el mundo” Esa sería más o menos la traducción de la cita con la que da comienzo El Profesor, la última película de Tom Kaye, que cuenta con la actuación magistral de Adrian Brody, respaldado por grandes secundarios que brillan con luz propia.

Si el trabajo del reparto es intachable, el del equipo técnico no se queda atrás; realización, guion, fotografía, montaje… Tony Kaye ha coordinado una orquesta de profesionales completamente afinada, creando una obra maestra.

La historia ni es nueva; un profesor con una vida vacía llega a un instituto lleno de chicos problemáticos, y de una manera u otra, la experiencia cambia su percepción de la realidad. Es un tema que se ha repetido a lo largo de la historia del cine, sin embargo, el enfoque es completamente distinto, menos esperanzador, más dramático, más próximo a la realidad.

La película se centra en un profesor, en todos los profesores; su drama vital, sus ambiciones, sus limitaciones, y no tanto en el impacto que tienen sobre los alumnos, aunque evidentemente, no es un tema que pueda obviarse. Una cita de la película que define perfectamente la esencia de la labor de los docentes: “Algunos de nosotros todavía creemos que podemos cambiar las cosas.”

Es una película que hacía falta; una película que se centrara en la parte más humana de los profesores, en sus debilidades, sus frustraciones, sus ilusiones… que valorara la dificultad de su trabajo, su vocación, en un mundo en el que el papel de los maestros está cada vez más infravalorado, todo ello tratado con una ternura que no deja de recordarnos que, al final, no son más que personas tratando de desenvolverse en el mundo.
No va a hacer reír. Puede que ni siquiera sonreír. Seguramente no hará llorar. Pero desde luego, no deja indiferente, sino que siembra una semilla de angustia, de desolación, que hace que tomemos conciencia de lo indiferentes que nos volvemos frente al día a día. 

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