Tal vez en este artículo me gustaría hablaros de las
archiconocidas voces femeninas del jazz. Tal vez estaría bien que os hablara de
por qué me parecen increíbles Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billie Holliday…
De la genialidad de la voz de la contraltazo Marian Anderson. De Nina Simone y
cuánto ha hecho por mi salud mental desde que tengo uso de razón. Pero he ido
atrás en el tiempo, y he decidido que, para empezar, mejor por el principio.
Hoy quiero hablar sobre Ma Rainey y Bessie Smith. Porque son
voces legendarias del blues, son las voces de los años 20 y 30. No en vano se
ha ganado los títulos de “la madre del blues” y “la emperatriz del blues”,
respectivamente. Todas las grandes damas que os he nombrado antes no habrían
llegado a donde lo hicieron de no haber sido por la influencia de Ma o de
Bessie.
Ma Rainey no pudo entrar a un estudio de grabación hasta los
cuarenta años, pero llevaba actuando desde los catorce, tanto en solitario,
como con diversas formaciones orquestales o incluso en espectáculos itinerantes
de blues y danza. Tras haber experimentado las horribles consecuencias sociales
y laborales de la segregación racial en América, en los años 20 por fin pudo
grabar sus temas, y lo cierto es que le cundió. En cinco años grabó cerca de
cien canciones, casi todas propias y con acompañamientos muy diversos. Uno de
los más célebres fue Louis Armstrong, que la conoció a los veinte años al
trabajar como trompetista acompañándola en la Fletcher Henderson Orchestra.
Uno de sus mayores éxitos conjuntos fue See see rider, del
cual os dejo una grabación de 1924.
Ma Rainey conoció en uno de sus conciertos a Bessie Smith,
quien terminó trabajando como bailarina en un espectáculo conjunto con ella.
Bessie, que era diez años más joven que Ma Rainey, empezó a cantar consiguiendo
pequeños contratos y haciendo giras por Georgia y Alabama. Y en el mismo año en
el que Ma accedió al estudio de grabación, Bessie también lo hizo firmando un
contrato con Columbia. Además de su carrera profesional, en invierno trabajaba
en el teatro, y llegó a ser la actriz negra mejor pagada de su tiempo.
Trabajó y grabó con los grandes del momento, y colaboró
también con la Fletcher Henderson en St. Louis Blues, para el que prepararon un
cortometraje. Memorables son también sus grabaciones con James P. Johnson o
Louis Armstrong, cuya carrera ya despegaba a ritmo envidiable.
Aquí podéis escuchar uno de sus éxitos y
disfrutar de su genial voz, llena de matices y aparentemente, sólo aparentemente, ligada a la
improvisación.
May the
blues go on.
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