Por Marina Royo
Quisiera dedicar mi primer comentario sobre arte a un artista
que no es de los más conocidos de las historia del arte, pero que fue muy
reconocido y apreciado en su época y también en la actualidad. Me refiero a Sir
Lawrence Alma-Tadema.
Alma-Tadema (1836-1912) fue un pintor neoclasicista de origen
holandés y nacionalidad británica. Sus comienzos en el arte fueron tempranos, y
pronto destacó recibiendo algunos premios. Sus primeros cuadros fueron
dedicados a la historia de los francos y los merovingios, sin embargo, es
conocido por sus suntuosas visiones del mundo antiguo. Reprodujo la vida del
antiguo Egipto, pero se dedicó en mayor medida a Grecia y Roma. Estos temas se
convirtieron en sus favoritos tras su luna de miel, en ella visitó Italia,
donde quedó sumamente impresionado por Pompeya y Herculano. Sus enormes
conocimientos sobre arqueología y arte greco-romano le permitieron dar una gran
veracidad a sus escenas de la vida cotidiana de la Antigüedad Clásica. Su obra
destaca por su profuso decorativismo, sus colores brillantes, sus abundantes
motivos florales, sus elegantes ropajes…
De él se dice que era un hombre al que le gustaban el vino,
las fiestas y las mujeres. Se casó dos veces, y tuvo dos hijas a las que dejó
todo su legado a su muerte, el cual no era pequeño, pues pintó cantidades
ingentes de cuadros. Su interés radica en la espectacularidad de sus obras, en
la suntuosidad que emanan. Tanto es así que nos transportan a esos ambientes
refinados que debían de parecerle el súmmun de la brillantez y la buena vida.